Stella Díaz Varin ( La serena, 1926-2006)




PROMESA

No te preocupes
Querido niño ávido
Tendrás tu perro azul
Te lo prometo
Siempre que lo fabriquen.
Además
Te prometo un puro tiempo
para lanzar anillos de por vida
En la cercana sombra de los parques.


ALBEDRÍO

Yo soy la vigilia,
Ustedes
Son los hombres castigados,
Los labradores
De gestos oblicuos
Que al engendrar falsos surcos
La semilla huyó despavorida.

Ahora respóndanme
Con una mano enguantada
A flor de corazón.
Cual es la fecha exacta
Entre Aldebarán y Andrómeda.
El día en que los cuervos
Cosechen lo suyo
Entre las más grandes estampidas
De todos los tiempos. Amen.


LA PALABRA

...... Una sola será mi lucha
Y mi triunfo;
Encontrar la palabra escondida
Aquella vez de nuestro pacto secreto
A pocos días de terminar la infancia.

Debes recordar
Donde la guardaste
Debiste pronunciarla siquiera una vez...
Ya la habría encontrado
Pero tienes razón ese era el pacto.
Mira como está mi casa, desarmada.
Hoja por hoja mi casa, de pies a cabeza.
Y mi huerto, forado permanente
Y mis libros como mi huerto,
Hojeado hasta el deshilache
Sin dar con la palabra.
Se termina la búsqueda y el tiempo.
Vencida y condenada
Por no hallar la palabra que escondiste.

VEN DE LA LUZ, HIJO

Que te ciegue la luz, hijo.
Ven de la luz;
Desde donde la pupila sueña
y vuelve atormentada,
como un escombro vivo,
como especie de flor, como pájaro.
Carbón de víscera terrestre,
así como víscera de árbol.

Deja que se ensañe la luz, hijo,
Desciende como los antiguos ángeles,
como los malos discípulos,
ardiendo en su pasión, desheredados.
Así como las fieras, hijo.

Incomprendidas del río, intocadas
absolutas, tristes.
Ese será el día
-presentimiento que no quise,
tú sabes, los conoces-
que tomaré la forma deseada.

Ojo de estiércol, húmedo;
aprisionaré tu llama,
tu superficie extraceleste
tu mirada de centro obscuro,
tu trigal;
la tibia voluntad de tu piel
me ayudará y seremos.

Nunca antes pudimos.
Yo era como esas pequeñas fuentes secas .
Desciende, hijo, de la luz;
avizora el espacio,
avizora el horizonte.
La curva que deja el corazón de un muerto,
la mano que se esconde,
la mano que nadie quiso acariciar.

Seremos.
Tú y yo venidos
irremisiblemente;
unidos como dos tallos jóvenes aún;
Queriendo apenas lo que no se nos dio.
Amando
lo que la luz aconseja:
el vértigo, la hondonada, el silencio.
el color de las piedras;
tantas cosas simples y distintas.
Llegaremos a amar la contextura de Dios
tan difusa;
tan perfecta como tus pequeños ídolos.
La madera de Dios
tan bella y roja
como el corazón de los árboles.
Tan bella y roja
como el corazón del veneno.
Que te ciegue la luz, hijo.
Que te atormente.
Ven de la luz, inúndate;
Ten la luz y desmiente la tiniebla.
Ven, hijo, arrodíllate.
Cree en los amaneceres.
En la luz son más bellos los ojos de Dios.



1 comentarios:

Chica del portico dijo...

Stella Díaz Varin, una de las mejores poetisas de Chile, según yo. Lastima que esperaran a que muriera para tomarla en cuenta. Todavía recuerdo las publicaciones que hacían de ella, en el diario por supuesto, la describían como una prostituta. ¿por decir unas cuantas verdades?. "Yo no tengo pelos en la lengua como el maraco de Pablo" dijo una vez en una entrevista.

Saludos!

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